miércoles, 3 de junio de 2009

Los buscadores de la aurora

1.-

Nosotros; los del relieve sin luz,
poseedores de las vacuas regiones,
hemos doblegado a la triste tormenta,
pasarela de lágrima y recuerdo.

En las agrias estrías de la ciudad
pusimos en marcha al vino mágico
del que bebimos noches largas,
pistas lúgubres en las que soñamos.

Fuimos expertos a la huida de las leyes
porque corrimos a través de caras vigilantes,
sombras de soledad que ya no existen
y praderas donde el llanto persiguió al ebrio.

(Nocturnos arpegios de muerte se escucharon en el sótano,
la niña fantasma lloraba sangre en la habitación contigua,
¿y te acuerdas del viernes pasado en casa de la droga,
durmiendo en hongos de carne pútrida?)

Declamamos al cristal de luna llena,
hundidos en el humo, en el goce épico,
cuando la memoria se escapaba del corral
y un lobo hambriento la devoraba en la sabana.

Tragamos asfixia sexual, Venus enclenque,
pero todo nos fue otorgado, música en este invierno.
Quizá ellos regresen mañana antes del amanecer,
saben que son un cartílago de esquizofrenia bienvenida.

Quedamos de morder juntos la blancura,
frescos al fin para dormir en nuestras cuevas,
con sábanas de bromo tóxico en los pulmones
y oro mineral en los cabellos mustios de la cerveza.

Los agros de la habitación
son mensajes de la consciencia.
Así que Ana Paola bajó las escaleras también
y prendió la luz...

Hubo un error en sus dedos gélidos,
las cortinas amenazaron con abrirse,
y la sangre brotó de los espejos caseros
por donde un viejo asomaba su cara desdentada.

Adentro gritabas y enloquecías,
pero ayer sembrabas las cabezas de los muertos en tu jardín,
mientras que los demás temblaban de horror
por ser espías de la cáscara nocturna.

2.-

Tierra ebria del fruto fermentado,
relámpago fugitivo del terror.
Fue la mañana un despliegue febril,
un vino escanciado en las copas del olvido.

Ella abrió la luz con sus ojos;
melódicos y de plomo azucarado
y no pude decirle que la extraño,
ella viene de la montaña y la arena.

Llegó como la noche pétrea,
convertida en polvos diamantinos,
estática demencial de risas hepatitis,
no piel amarilla, sí vestida de seda.

Y cuando tuve que marcharme del santuario,
con la palabra en los hombros,
perdonado por mis espaldas,
dicté buena plegaria, buen refugio encontré.

La inmadurez de los cerebros
y las bocas selladas por los besos.
Había diablos en las grietas del cementerio,
recogí la escarcha del pánico...

Y antes del amanecer cuando las olas despegaban,
y daban su espuma a la incontable arena,
y la herradura salina se ceñía al acuático corcel,
y los labios del viento formulaban el canto del mar;

entonces la corriente regresó más eléctrica
entre sombras de iglesia y tertulia,
ante el canto de la tormenta,
ante el vestíbulo de las mil infancias.

3.-

Ayer te acordabas de hablar,
hoy sabías que debías de permitir
aunque no de olvidar,
pero ahora liberaste a la fantasía, no al odio.

Prometimos poner una mancha en la frente de la aurora
y cautivar la bruma de la naturaleza dormida.
Quisimos hallar un resplandor en la saga de la hipnosis
y esperar por el comienzo de una luna entretejida.

Pero pasó que cuando llegaba la manifestación etérea
de los bosques opalinos y la mañana cárdena,
miedo tuvimos de vivir ante las luces albinas,
porque pensamos en la extinción de la mente soñadora.

Después descubrimos la carretera,
luego de un destino lúdico y una noche sin estrellas,
a través de las estepas del ábrego opíparo,
sobre las flores humeantes de la primera visión.

Por momentos creímos tener la confusión resuelta
en galaxias y estertores de largos universos,
con la mirada fidedigna bajo los párpados,
ojos tallados en plata felina al borde de Australia.

Volteamos la nave en la esquina de la avenida
deslumbrados por un marsupial horizonte,
y las casas de murales cálidos
al fuego del día y el pan caliente.

4.-

Desde mi torre hablaré con consejos para ti, infante modosa:
Mata al sabio que vive en los pantanos de la elegancia,
desentierra los huesos de tus antepasados
para que respiren el dulce frío matinal de las capillas.

No piensen los pájaros del ala blanca que yo abdique,
porque soy emperador y digo que retomaremos el vuelo hacia la eternidad,
allá, donde los soles hacen su encrucijada apocalíptica
y las estatuas de marfil colocan una estrella en la lascivia.

Mejor partamos ya,
vayamos hacia la consolidación de nuestro poderío,
acompañados por la fuerza del león y la astucia del zorro,
en los senderos de la renovada escuela.

¡Oh! alma escultural, diviso las construcciones de nuestro objetivo,
casi hemos llegado, sólo unos pasos más a través de las sombras,
entre la mentira ahogada en jacarandas
y el olivo molido a carcajadas.

La noria gira a nuestro lado
con ánimos de ver lo esperado,
y la historia; tejida en el fuego de las guerras,
y la soledad; refugiada en el cetro de lo sepultado.

Ablandemos un poco la carne de la salamandra
con la magia de las palabras esdrújulas,
probemos un poco del agua extasiada,
el cauce del río tiene un sabor a genocidio.

Por fin rozo las telas blancas de la aurora,
¿puedes sentir el abrazo elástico del viento
y asumir que es más que un simple vendaval?,
por fin creo en un disfrute universal.

Nosotros; los buscadores de la aurora,
hemos pasado largas noches con el vino en la garganta
y los espíritus sonámbulos comiendo nuestras cabezas.
Difíciles fueron las trayectorias y peripecias con las que lidiamos.

Hermanos del mismo fuego y el mismo evangelio,
descansen sobre la tierra que se amanece,
al lado de las cobras y las tarántulas profetas,
junto al murmullo del mar y la nívea dama.

Es tiempo de vivir bajo este cielo de cerúleo cristal,
donde las lluvias se filtran como miradas juveniles,
y los amigos buscan la mano tímida de la libertad,
ya los hombres han aprendido a hablar de sus pasiones.

Este día la gloria de nuestros peregrinos
se ha convertido en una alegría sin perímetros,
pues la ruta se concluyó sobre los primeros rayos
y nuestras almas volvieron a encontrar la luz.

Soneto de realidad

Por la leve sombra que el tiempo de su mesura,
va esbozando amistad en amor al lienzo vasto,
ya voy afuera de aquel trazo a la noche oscura,
siendo luz seca que al morir su brillo nefasto,

en constelado exilio jamás encuentra cura,
y el pesado juicio que me pone en tal desgasto,
muda la mañana clara a larga desventura.
¡Todo por mi amor ahogado como tierra en pasto!

A quien yo quiero, de hermosa flor su cuerpo imita
el tallo liviano y delgado de la armonía,
es ella el destino áureo a quien mi poesía recita

el dedicado amor de esta gran melancolía,
pero la realidad me impide fechar la cita,
porque de amiga ser amado es vana teoría.

El descubrimiento de la viña

No muy dulce criatura joven
Por ello no limpia de pies a cabeza,
Y su mirada tierna y de cardumen,
Encaminada en lujuriosa promesa.

Me estaba riendo un día de las sombras,
Aprendía a jugar con la dama del misterio
Entre rincones de sexo y exceso,
A punto de caer al precipicio del vicio.

(“Extraño a mi familia”,
Apuntó por error el copista)

Luego llegaron las horas detrás de las frases,
Tomaron café y rebanaron manjares de tiempo,
Cuando de pronto un individuo llamado silencio
Vino a hospedarse en las lenguas de los hombres.

Así que el mundo dejó de hablar, la comunicación desapareció
Y una luz cegadora de naturaleza, destruyó todas las máquinas
Para que la raza humana volviera a su prístino origen.

Una vez más el canto de las aves volvió a ser escuchado,
Y el arrullo de los obsidianos espejos de agua
Regaló su gentil secreto a la piedra oidora,

Junto con el rugido del león sobre la sombra,
Y la incitante anticadencia del aullido
De una loba que tuvo ojos de verde zafiro.

No muy dulce criatura joven
Por ello no limpia de pies a cabeza,
Y su mirada tierna y de cardumen,
Encaminada en lujuriosa promesa.

Mandaron los pensamientos a sus juegos,
Nuevas sensaciones que rompían a cálidos coros
la frágil membrana de la inocencia, placeres legos
de una excitante distracción esperando venirse a oros.

(“La entropía es el origen de la vida”,
Sentenció por verdad el físico)

Simétrica silueta de contornos ígneos
Que del sueño al delirio va volviéndose real
Y en su andar erótico su perfume al aire deja
Seduciendo corazones con mortífera mirada.

Muerte, me acuerdo de tus ojos aquella tarde,
Eran los de la chica bordada en sueño,
Los cóncavos abismos de tu ternura ósea.
Había tantas formas de detener el tiempo.

Caricaturas reales aparecen en nuestra vida diaria;
Personas de palabra que no recuerdan nada sobre lo que dicen,
Hombres de negocios hablando de revistas candentes,
Mujeres que tejen el sueño de la ciudad para seres neoplatónicos.

("La noche no existe",
simuló un sol borracho)

Remembranza

Era tu cara una metáfora gimiendo en la tinta,
tus ojos; un condominio para lágrimas de primavera.
Yo te besaba desde un cuadro soñado en una playa,
encantado por las feromonas de tu brisa virgen.

El eco de la nada comenzaba a devastarse
por los hedónicos timbres de nuestras voces,
mientras tanto, tu carne perforada de caricias,
hablaba del placer y de la acción derramada.

Una preciosa sinfonía de fricciones corpóreas,
orquestaba el orgásmico deliquio a las seis de la tarde.
Mis líquidas notas de cementerio, regaban
las terminaciones nerviosas de la negra mariposa.

¿Recuerdas a nuestras amigas cómplices, las sábanas?;
palpitantes desiertos donde latía nuestra lujuria en secreto.
¡Y cómo llovía aquel día, y cómo del cristal empañado,
escurría el reflejo de una metáfora gimiendo en la tinta!

Vida y muerte del niño don Fernando

Una tarde nublada que se presentó a traición de lo que entonces era un caluroso verano, el pequeño niño don Fernando se encontraba defecando en el baño de su casa sin tener ni mínima idea de lo que le sucedería al momento de jalar la palanca del inodoro. Fue así como llevó a cabo la discorde acción que lo condujo en un santiamén al mundo subterráneo de las cloacas. Aterrado por la enormidad y el poco sutil olor de los intestinos urbanos, el niño don Fernando trató de escapar del apuro, sin embargo las ratas gigantes corrían tras él con cierta predilección sobre su persona, ya que era el único alimento menos descompuesto que se encontraba en ese asqueroso sitio.

Una rata muy grande y gorda llamada Magma se apresuró a secuestrar con sus garras al infante don Fernando, todo parecía haber terminado para el pobre chico cuando de pronto, por un milagro de la pobreza en la ciudad México, un vagabundo llegó al rescate y con sus monedas robadas le disparó una chela a la rata Magma, que en agradecimiento del trago entregó a don Fernando ileso.

El niño don Fernando también quiso darle las gracias al vagabundo, así que al siguiente día lo llevó a su hogar para darle de comer, pero su madre se enojó mucho por llevar extraños a la casa, de tal suerte que se puso histérica y corrió al indigente, aunque con justa razón, ya que el susodicho olía peor que mil vacas podridas.

Años después, el mozalbete don Fernando se trepó a un floripondio gigante y se puso a jugar cartas con una mariposa monarca, más cuál fue su infortunio al ver una reina no precisamente de corazones aunque si de muy buenos dones que le hizo perder el equilibrio y caer desde lo alto teniendo como consecuencia una pierna rota.

Días póstumos al accidente, don Fernando convaleciente se enamoró de una bomba de jabón que iba pasando en un monociclo y decidió casarse con ella a pesar de que ésta le llevaba cincuenta años de ventaja en materia de talento sexual. Por la gracia del señor, ni la disfunción eréctil ni la gingivitis aguda fueron un impedimento físico o psicológico para que el niño don Fernando pudiera tener quince hijos, tres perros y dos autos seminuevos con la bomba de jabón.

Para concluir, me ocuparé de hacer mención de los que con su gentil presencia honraron la conjunción matrimonial de los desposados:
El vagabundo, la rata Magma, la propia madre de don Fernando, la mariposa monarca y la reina de muy buenos dones.

Respecto al deceso del niño don Fernando, se tiene noticia de que es muerto el 15 de marzo del año de 1609 por mano del bachiller Luis Angel de Iturbide en un duelo de espadas, luego de haber hecho entrega de los doscientos ducados que debía por el financiamiento de su ulterior partida a las indias al señor de Montalvo.